27 septiembre 2007

A modo de introducción II

La memoria del mundo descansa sobre las olas del mar, entre el salitre y el sol. Desde allí, impulsados por el viento, algunos de los secretos fueron revelados al hombre, quien de esta forma supo entender cómo eran las cosas antes de su llegada. Dentro del mundo griego, Hesíodo narró que al principio sólo existía el Caos, de quien nacería la noche, la tierra y Eros, “el más amable de todos los dioses inmortales, que afloja las piernas y rige el ánimo”.Pero las olas borran los antiguos pasos, y antes que Hesíodo, Homero llamó a Océano como el padre de todos los dioses, quien junto a Tetys, su esposa, representarían la primera pareja divina: Los Señores del Mar.
No obstante, el hermetismo órfico nos legó otra historia: inspirado por Apolo, Orfeo cantó como al comienzo estaba, Nyx, la noche, pájaro gigantesco y oscuro que sólo permitía la existencia del viento. De él, en un arrebato voluptuoso, habría de engendrar un huevo de plata en cuyo interior descansaba un dios de alas doradas: Eros.
Eros es quizá el dios más antiguo de los griegos, algunas veces es conocido como Fanes, “el que aparece” y “el que revela” (el Eros acá mostrado nació entre las sombras del caos originario, su “evocación” sufrió diversas transformaciones entre los mitos griegos por lo cual habrá de distinguirse del, algunas veces imprudente, joven Amor, hijo de la diosa Afrodita) porque esto fue lo primero que hizo al nacer: revelar lo que se ocultaba tras las sombras de la noche. Sea como Fanes, o como Faetón Protógonos, el “radiante primogénito”.Del huevo de plata, convertido en un luminoso traje, se formarían el cielo y la tierra, quienes bajo su influencia, como un día lo hicieron Océano y Tetys, se unirían y darían vida a una prolija descendencia.
Eros tendría “cuatro ojos, cuatro cuernos (…) bramaba como un toro o rugía como un león; tenía doble sexo: mujer por delante y hombre por detrás”. Nadie se atrevía a mirar su rostro ya que su luz podía enceguecerlos. Algunas veces, este dios aparece intrínsecamente como el portador del conocimiento ya que su luz revela lo desconocido, él lleva la lámpara donde descansa el fuego alquímico de la creación, por lo que se convirtió en el primer rey, pasó su cetro a la Noche, de éste a Urano, y luego a Kronos; Kronos se lo entregaría a Zeus; y él, en el último acto cantado por Orfeo, se lo entregaría a Dionisos.
Es así como Eros se mantendrá latente al paso del tiempo. Él es el mecenas de la creación, la fuerza que cohesiona al Universo, la pulsión originaria.