28 marzo 2008

Anónimo

Hasta el día en que los fantasmas

puedan amarse en una mirada,

nos volveremos a encontrar...

22 marzo 2008

Sobre la Investigación en el arte

Cuando divisamos un encuentro irremediable con el arte, nuestra primera impresión —subjetivada— pareciera hallar respuestas a cada una de las interrogantes que fueron planteadas antes y durante el descubrimiento. Esta firme impresión constituye un beneplácito para el espíritu; pareciera, que en apenas unos segundos toda la “verdadradica en nuestra interrelación con la obra; la misma, que habremos de hacer nuestra porque la impresión nos obliga apoderarnos de ella bajo la forma del gusto. Analíticamente el término transferencia acciona cada una de nuestras respuestas, que han de requerir la presencia de un referente (las acciones pueden activarse hacia la obra misma o el autor) que se constituye, en parte, como el verdadero detonante afectivo.
No hay ingenuidad en el espectador que emite una respuesta, sea cual fuere, frente a una obra artística.
Por lo tanto, el saber científico-analítico no escapa de la admiración y el gusto hacia el objeto. Ante esta situación no ha de ser condenatoria la actitud del autor que se presenta apoyado, primeramente, en la transferencia, concepto lacaniano que nos ayuda a entender como la experiencia gozosa encontrada y experimentada ante la obra de un artista; mas, cuando se plantea la necesidad acuciosa de la investigación el gusto pasa a formar parte de los ya mencionados referentes, es decir, permanece vaporoso, casi etéreo sobre la solidez de los planteamientos. A modo de resumen: las sensaciones expuestas frente a un objeto artístico como producto de una interrelación mnemónica e instintiva y que pretende constituirse científicamente, deberá conducir correctamente todo ese potencial creador, dirigiéndolo hacia discusiones y resultados concretos.
La investigación nace, como ha de suponerse, de un gusto, a veces muy personal (en mi caso hacia lo erótico y la representación del cuerpo) por lo cual tenemos la responsabilidad de dirigir éste impulso inicial hacia el reconocimiento de significados, que en una primera instancia fueron percibidos por el instinto, y que nos permitirán objetivamente aportar nuevas interpretaciones a la obra de un artista, para finalmente, trascender a la obra misma y considerar al TODO, vida y obra del artista como un conjunto inseparable dentro de la experiencia estética.

06 marzo 2008

Ella

Hará cosa de un año que conocí a madura mujer de bondadoso carácter y acomodada posición. Su esposo había muerto tras una dolorosa y prolongada enfermedad; mientras, sus tres hijos, ya hombres y mujeres profesionales y con hogares establecidos, pocas veces la visitaban ante el hecho de vivir en ciudades diferentes. Ante este panorama, podrán ustedes imaginar que a esta señora sólo la costumbre y la soledad la acompañaban.

A pesar de sus casi 60 años, los mismos que ella gustaba recalcar insistiendo que le quedaban menos de cinco de existencia, no podría decir que esta mujer era vieja. A pesar de su obstinación por los deberes de un estancado hogar ejemplar, su cuerpo jamás se dejó marchitar por la cocina y los años; todo lo contrario, era admirable ver como se complementaba la lozanía y suavidad de su piel con la profundidad de sus grandes ojos negros que hacían de ella una hermosa y exótica mujer de elegante y cautivador porte.

Contrastando con aquella agraciada imagen se encontraban los interminables días de esta mujer. Uno y otro se apretujaba en el calendario sin ofrecer sorpresa alguna. Los días de baile y alegría de juventud, cedieron ante un imprevisto matrimonio, la llegada de los hijos, después, los nietos, y ahora, a la extraña sensación de viudez que tanto pesaba; pero no por un marido, sino por el luto que queda al llorar la muerte de su propia vida. Sólo quedaban los recuerdos, y el sabor amargo de aquellos años que regresaban cuando por las tardes observaba el horizonte a través de la ventana más alta de su casa mientras escuchaba una y otra vez un disco de La Lupe que su mejor amiga le había regalado varios años atrás. Quizá fue aquel hechizo musical que no le permitió ver el auto estacionado frente a su casa; sólo el escuchar el grito de su nombre pudo sacarla de aquel extraño trance. La visitante no era otra que la hija mayor de su comadre y amiga, quien ante la última voluntad de su madre había viajado largamente para entregar un regalo a aquella mujer. Al verla, una lágrima descendió por su mejilla, mientras que una alegría dormida la impulsaba a bajar corriendo las escaleras mientras repetía el nombre de su compañera.

Un abrazo fuerte y eterno confirmó el inesperado encuentro. El saber que aquel regalo no era otra cosa que las tarjetas, cartas y juguetes que compartieron durante su juventud, hizo que el hueco que le colgaba en el pecho se extendiera a todo su cuerpo.

Aquella tarde, ambas mujeres la pasaron hablando de historias y recuerdos. Al parecer, y sin importar la diferencia de edad, la vida las había unido con felicidades, dolores, pérdidas y nostalgias; las mismas habían desfilado delante de sus ojos hasta ocupar parte de la noche. Por el arribo de las horas y ha sabiendas que en un hotel no estaría tan cómoda como en su casa, decidió invitar a la joven para que se quedara a dormir. Antes prepararían juntas una espléndida cena, la cual al ser puesta le reveló que por primera vez en diez años dos platos ocupaban un lugar en aquella amplia mesa.

Las largas horas de recuerdos sólo trajeron consigo la confirmación de lo grande y sola que se le hacía aquella casa. Por mucho tiempo había evitado enfrentar la sentencia de que su felicidad estaba forjada en el bienestar de otros, esos quienes ahora la llenaban de tristeza. Sólo el llanto parecía distraerla del dolor, quería que la noche trajera consigo la muerte, esta vez no sentida con miedo sino como la ansiosa salida a tanto vacío.

La joven quien tardaba en dormirse había escuchado cada uno de sus suspiros y decidió levantarse para ver qué ocurría. Al entrar a la habitación encontró la fragilidad y nostalgia hecha mujer. Se sentó a su lado, la abrazó fuertemente y con sus manos limpió aquel hermoso rostro empapado. Ambas sonrieron ante la suerte compartida y manteniendo aquel abrazo se acostaron juntas sin decir palabra alguna. Había pasado mucho tiempo desde que sintió otro cuerpo junto al suyo. Ver a aquella joven le recordó cuando era la madre de esta, siendo ambas unas niñas, se metía miedosa en su la cama en las noches frías de colegio. Ante el recuerdo empezó a acariciar los cabellos de la chica mientras sentía como ella hundía su nariz en su pecho para olerlo. Unos labios cálidos se posaron en los suyos. Ante la sorpresa del beso llegaron nuevas nostalgias olvidadas. Ambas mujeres se sintieron crecer bajo las sabanas, mientras la piel dormida se despertaba ante las caricias nuevas. Un silencio casi etéreo entró por la ventana, ya nada quedaba de aquella servidumbre que era el recuerdo.

03 marzo 2008

Mi primer post

Bueno, para no olvidar lo que escribo, acá les dejo el primer post de este blog. Valga el ejercicio mnemonímico para tratar nuevamente el tema en días posteriores:
De la erótica verbal y la poética corporal
"la relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es poética corporal y la segunda es una erótica verbal" Octavio Paz (La Llama Doble)
Hablar de erotismo requiere de una profunda sacralización de las palabras. Un proceso íntimamente vinculado con la poesía y la forma en que esta erotiza el mundo circundante del escritor. No se habla del erotismo sin sentirlo. Y he aquí que el discurso de los erotómanos parece gestarse en los campos de la ilusión; el mismo, en donde han de habitar los incrédulos, locos, soñadores y demás "estúpidos" que se atreven a sentir. Y es que elevar la bandera del loco erótico requiere de una profunda conversión religiosa. Sólo la osada fe del creyente podrá vivir, describir, sentir, conocer, explicar y enseñar el cómo se puede sacralizar el cuerpo del otro y el propio, y poder vivir "para contarlo". Georges Bataille nos recuerda lo cercano que está el libertino del asceta (entiéndase que cuando hablamos de libertino nos hemos de referir al amante, es decir, aquel que ama y quien disfruta del placer sin reservas o culpas morales). Ambos se alimentan del mismo árbol del sexo; aunque con algunas diferencias. Mientras el asceta místico conduce su búsqueda a la unión con Dios o cualquier otro nombre con que se designe a la Divinidad, el libertino busca unirse al cálido cuerpo de su amante. Ambos parecen perseguir a un estado de éxtasis primigenio donde confluye TODA la verdad y razón del universo. Segundos donde el yo se desvanece y florece la unión perfecta. El instante del orgasmo es cuando en apenas unos segundo rozamos la mano de Dios. Lo que para el meditante se muestra por mayor tiempo y después de una incansable contemplación, para los amantes es posible encontrarlos en apenas unos segundos de unión erótica. Y he aquí que vivir desde el Eros, por el placer y para el placer, requiere que esta "religión" halle en la poesía su palabra. El poeta es el verdadero profeta del cuerpo, tocado por la "divinidad" porque todo acto creador implica un ejercicio divino. Ambos, el erotismo y la poesía, acuden a la imaginación como infinita fuente de placer, un placer que no se limita a los sentidos, un placer que va más allá del mero intercambio corporal. Cuando la imaginación actúa nace el arte, y el erotismo es un arte para la vida misma. Gracias a la imaginación las palabras cobran vida, tienen sentido y decimos que "nos llegan al corazón". La imaginación es la encargada de transformar el acto sexual en rito, ceremonia, religión. Gracias a ella superamos el instinto (ligado directamente a la reproducción pero de eso hablaremos en otra oportunidad) y lo convierte en erotismo. Por lo que podemos concluir que poesía y erotismo son uno de los actos "más humanos" que puedan existir, los más cercanos al hombre racional, y que dan cuenta de las posibilidades infinitas de la búsqueda del placer. En una oportunidad una amiga me comentaba, mientras leíamos un libro (o veíamos una película no recuerdo muy bien) que "esto es un momento orgásmico" y tenía toda la razón del mundo. Cuando podemos experimentar la intensidad del placer y transportarlo a una forma de vida, donde hasta el dolor puede ser gratificante, vives con menos hostilidades en el pensamiento, el alma y en el encuentro con el otro. Por ello, y aunque suene osado de mi parte, habré de confiar en quién lee a Paz, Sor Juana, Baudeliere, Girondo, Benedetti o Bataille, porque sé que jamás podrás pasar inadvertido ante sus escritos, y por lo menos, sé que eres capaz de sentir y de pensar. El resto me lo dirá el vaso de grappa, de ron o tequila que nos bebamos en el bar