31 julio 2008

Hagamos un Pacto...

No esperes de mi lo que no puedo darte,

no me pidas el sol ni el horizonte,

no me pidas la luna ni una pequeña estrella

no confíes demasiado en algunas de mis palabras

no siempre digo todo lo que pienso

ni pienso lo que digo,

no sueñes un mañana junto a mi tomados de la mano,

mañana tal vez no existirá el mañana,

no quieras arreglar tu vida contando con mi ayuda

necesito todas mis fuerzas para arreglar mi vida

no me tendrás a tu lado cuando te sientas sola,

yo me he sentido solo y no es el fin del mundo.

No quiero verte triste

apenas soporto mi tristeza

no me digas quién eres ni cómo eres,

no quiero conocerte

todavía sé muy poco de mi y eso me preocupa.

Hagamos un pacto,

un pacto de caballeros a pesar que eres la mas linda de las mujeres.

Cuando estamos juntos no me preguntes nada

y yo no te daré ninguna respuesta que pueda lastimarte,

no me hables del futuro,

no mencione proyectos

mi único plan es amarte cada vez que quiero,

cada vez que quieres,

cada vez que podamos,

no importa cómo,

no importa dónde,

no importa la razón,

no siempre hay una razón para cada cosa.

Antes de amarnos no hay nada que nos una,

después de amarnos, tampoco,

así de simple.

Lo único que quiero de ti

es que me ames

con toda la profundidad del mar

con todo el vuelo de los pájaros

con toda la sensualidad de la vida,

no quiero otra cosa

ni creo que me puedas dar otra cosa

si estas de acuerdo seguimos adelante

y no me pidas lo que no puedo darte.

Si estas de acuerdo seguimos adelante

y no me pidas lo que no puedo darte.

El Pacto

Gian Franco Pagliaro

29 julio 2008

...


“ El que se enamora, no lo nota,
pero poco a poco se vuelve idiota…"

Anónimo

22 julio 2008

Del amor y las malas costumbres

II PARTE

Amar es un sentimiento manoseado —y no con ternura— por el execrable dogma de los que creen saber qué es amar. Este sentimiento es tan anhelado que algunos rezan a Dios (yo personalmente prefiero hacerlo a Hécate o al Diablo) para que los ilumine con la dicha de su presencia, y así, de una vez por todas, darle sentido a su aburrida vida. Pareciera que más que un sentimiento, amar es uno de los tantos requisitos del programado ciclo vital, donde debemos crecer, ser exitosos, formar una familia, reproducirnos y morir, seguros de que con esto nuestra misión está cumplida. Como si amar y que te amen fuera tan fácil. Aunque no descarto que tales sucesos puedan ocurrir, ciertos hechos, casi científicamente observados, me dicen que una vida con tal recato y virtud es de muy improbable realización. Delirios de un loco antropófago que cree que la moral y las buenas costumbres son palabra común. Así que, mi ofuscado y mal llamdo amante te digo que en la realidad ocurre todo lo contrario, el amor puede ser todo menos una buena o sana costumbre.

Muy personalmente considero que el desconocimiento del amor ha de comenzar con la mala utilización de conceptos, iniciada en la creencia de que este es “una fuente de inagotable aceite”, que jamás habrá de faltar en nuestras vidas, que perdurará “hasta que la muerte nos separe”. Anticipadamente, debo aclarar que acá no hablamos del amor filial[1], el de los amigos o del sentimiento que aparece cuando tu mascota responde a una caricia. Nuestro amor es el más descarnado, el mismo que te sacude el alma —si es que tenemos una— porque ella no es lo suficientemente grande para entenderlo, el amor que en vez de amante nos debería colgar el título de masoquistas, verdugos o idiotas; en pocas palabras, el amor de los cuerpos y las pasiones (las más bajas y las más elevadas).

Nuestro principal problema es que esperamos demasiado del amor, y de quienes vienen con él. Suponemos que hay que hacer muy poco para merecerlo. Esperamos que quien nos ame nos conocerá mejor que nosotros mismos, nos pertenecerá y nosotros a él. No existirá lugar para los secretos. Sin darnos cuenta pasamos de pronombres personales a pronombres posesivos y creemos que la gloria será fundirnos con el otro hasta perder la identidad. Gravísimo error. ¿Si no nos conocemos, cómo pretendemos que otro desgraciado mortal lo haga? El amor es un sentimiento, que ha de ser gozado antes de ser entendido, supremamente egoísta y manipulador. En él no hay espacio para princesas encantadas ni príncipes azules sin defectos. Los que participan en este juego somos antes que nada humanos, llenos de dogmas, creencias y supuestos, quienes en cuestiones sentimentales utilizamos el instinto más que la razón.

¿Cómo confiar en algo que nace del riesgoso acto de la pasión?

El que ama ha de entender que amar es un riesgo porque nuestra carne queda expuesta y vulnerada cuando se entrega a otro. Pero quien sabe amar camina gozoso al cadalso. Sabe de la gloria que se adquiere en el dolor, el mismo que habrá de abandonarse cuando ya no ofrece lección o conocimiento alguno. No espera nada, sólo ama.

Y se ama con cada parte de tu ser. El amor incluye piel, sexo y comprensión. Ni más ni menos. Se entrega todo y se pierde todo. Es por ello que planteo que éste habrá de nacer del egoísmo (es el concepto más cercano que he encontrado y el de más fácil entendimiento mas eso no quiere decir que sea el ideal, pero como somos humanos no hay de otra…) más exacerbado y radical que pueda existir. No concebido en un concepto de ingratitud sino del estado necesario para entenderlo en su gran envergadura. El amor nace en el quererse a sí mismo, en la no dependencia existencial, sentimental y racional en el otro. Seamos egoístas sentimentales. Cuando aprendemos que primero debemos purificar el sentimiento en el egoísmo y la individualidad, amándonos primero a nosotros, seremos aptos para amar a otro humano ser. Cuando esto ocurra, dejaremos de darle nombre o títulos nobiliarios al amor. Lo llamaremos por nuestro nombre, transcendiendo y dejando, que en vez de llevarnos a un superfluo estado de felicidad, no acerque a un estado de completa paz. Donde no se espera nada, ni de él ni del otro. Sin odios, ni temores, ni tiempo, sólo amando… difícil empresa pero no imposible.


[1] No me interesa hablar del amor matrimonial porque considero que éste, como institución legal que es, debe manejarse como un negocio cualquiera. En él, antes de utilizar el corazón deberíamos utilizar la cabeza. Buscar el “socio” adecuado, jamás el amado, el que ofrezca mayor porcentaje de seguridad y efectividad, para así, evitar pérdidas de tiempo y dinero. Por supuesto, como en todo negocio, el riesgo estará siempre latente y el éxito no está del todo garantizado.