19 diciembre 2009

The Nureyev’s

Rudolf Nureyev

La danza comienza.

Cadencia torbellina

sometida a la gravedad.

La tercera vértebra se quiebra.

Las cabezas se unen para formar

una serpiente bicéfala que

entrelaza manos sobre sus espaldas y la panza.

giran,

          giran,

giran.

Aflojan articulaciones.

¡Vuelan!

          … y caen.

Vuelven a danzar.

Oscilaciones grotescas de un cuerpo sin carne

de donde ambas piernas se desploman.

El tronco empieza a llenarse de aire.

Todo se desvanece mientras

cuatro brazos huyen sobre sus palmas.

Un delirio que se eleva

con densidad de humo.

Varios dedos que se escurren, babeantes,

por una brecha de piernas.

La música…

          stop,

el eclipse ha terminado.

10 agosto 2009

Demasiadas palabras

Desprendo la cortina que cubre mi ignorancia,

esa sombra desquiciada capaz de solapar la esclavitud a la que me someto.

El sueño muestra la renovación del mañana que espera en la puerta:

Aquella mirada perdida a través de un agujero de conejo,

un vehículo sin ruedas,

un pasajero distraído,

la señal escrita del tiempo olvidado,

sólo hay que comenzar… ya es la hora.

… /…

Estoy olvidando la necesidad de sobrevivir atada a la eterna permanencia de tu recuerdo,

cinco minutos de espera y toda una vida para volver a pronunciar tu nombre.

… /…

¿Hasta cuándo maldecir tu nombre?

… /…

Señor ¿usted verdaderamente conoce de agonías?

Usted que contó las horas de mi retorno,

Usted que fumando espera en el pórtico y en el desván ,

Usted señor, usted que conoce de finales

¿sabe acaso el significado de volar?.

No me responda,

es fácil intuir que conoce más de conceptos que de incertidumbres,

yo que pensaba que la ebriedad era por el alcohol;

jamás caí en cuenta que se puede estar ebrio de razón.

ASPASIA

26 marzo 2009

Espantapájaros

Poema 12
Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, se despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan se estremecen, se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan, se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehuyen, se evaden, y se entregan.
Oliverio Girondo

24 febrero 2009

Leer después de Comer

Esperando
Muerte lenta,
muerte precisa,
muerte continua,
quizá mestiza.
Muerta de risa,
de llanto
Muerta de dolor y de pena,
muerta de incertidumbre,
de condena,
muerte con fecha asignada
con sarcófago y corona,
Muerta de amor,
de odio
y de muerte
Mala
La mirada de un diablo deforme
quema la carne de mis manos,
brujas y hombres lobos
fueron presas de la inquisición,
en aquel entonces
decían que los niñas buenas irían al cielo,
hoy las malas están en cualquier parte.
Las niñas buenas son aburridas,
frígidas madres de familia
que tapan con manteles y escarpines
las serpientes que comen sus talones.
A las malas, el placer y la suerte les sonríen,
se arriesgan y viven el absorto presente
de una condena anticipada
pero cuya sentencia jamás habrá de ensombrecer la fiesta
de quien goza a la luz del público.
Las niñas malas se quedan en la tierra,
comen y beben de la tierra
Eleonor
Aún con los ojos cerrados
me levanto de la cama, poso mis pies en un charco de sanguinolenta melaza.
La piel está cubierta de punzantes dolores provenientes de la metralla de tu cuerpo,
pantano lleno de sapos, podredumbre, larvas y sulfuro.
Lunas desmontadas con los dientes
niños sin ojos, ni bocas, ni manos,
productos de tu infierno,
y después…
caer,
caer,
caer.
ASPASIA

20 febrero 2009

La mala costumbre de escribir

quijote

Decía el poeta colombiano, Luis Vidales, que como escribir era lo más parecido a un parto, él siempre escribía acostado. Vidales tenía toda la razón: escribir, como parir, trae consigo: dolor, frustración, anhelo, placer, y mucha, pero mucha, transpiración -ya sea antes, durante o después de hacerlo. Escribir es lo más cercano que se puede estar a la creación como característica propia de los dioses, y a la que sólo puede accederse a través del arte o del sexo. Porque escribir nos hace más humanos y por lo tanto más vulnerables. Nuestro único indulto y aliciente será la palabra.

Me atrevo a pensar que escribir es el privilegio de una minoría a la cual, y ténganlo por seguro, no pertenezco;yo no sé escribir.

Para escribir ­-hablo de escribir bien- hay que manejar lo que considero es un arte de pocos; aunque sean muchos los que dicen saber hacerlo. Con el perdón de quienes dicen serlo, manifiesto que desconfío de todo aquel que se autocalifica: “escritor”. Pareciera que este título es garantía de prestigio y hasta de conquista porque hay quienes consideran que ser escritor es ser sexy o “hots”. Parafraseando a Sabines: “¿Por qué será que los escritores no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?”. De esa forma sería más fácil identificarlos.

Si te llaman escritor corres el riesgo de transformarte en la clase de hombres que dominan la técnica pero no la sustancia. Se puede escribir un informe, una nota o una carta, pero esto no será otra cosa que saber redactar. Escribir exige trabajo y disciplina, un sacrificio tan grande que quienes hacen de esto una profesión no pueden ser llamados sino locos. En la pluma no existe nada que apele a la razón, nada a lo que puedas asirte con seguridad mientras estás al borde del abismo; todo lo contrario, su ejercicio exige el más profundo de los sinsentidos porque trabajas con la mayor de las subjetividades, es decir las sensaciones humanas.

Ésta actividad no es otra cosa que una mala costumbre, tan mala como el fumador que se atreve a encender un cigarro en el hospital. Ese ser desalmado que no piensa en el resto sino en sí mismo, que vive para el placer inmediato pero que en el minuto siguiente necesita uno más para poder subsistir. Ese ser es el escritor, un hombre que posee la mala costumbre de apelar a las soledades, al egoísmo y al estigma de su propia perdición. Escribir es una pasión, que como las buenas pasiones, te consume y te redime, transformándote en un holocausto que ha de asarse mejor entre el dolor, la agonía y, muy pocas veces, la felicidad. Y se está solo. Aquí sólo habrá cabida para ti y tus demonios además de la introspección necesaria para reconocerte y reconocerlos. Una cita existencialista que algunos disfrutan estando a la luz de una vela, tomando una copa de vino y fumando pipa, aunque al final sólo hayan escrito una cuartilla.

Quien se atreve a vivir de este arte, se convierte en un soñador para quien la claridad sólo existe en los sueños y no en la realidad que se alimenta con la infranqueable búsqueda de la palabra perfecta que ha de expresar lo que quieres. Este es un camino en el que nadie puede ayudarte, mucho menos acompañarte, cada quien escogerá el suyo propio. Eso sí, este camino debería iniciarse desbordado en la ambición (por no decir autoengaño) de que sí puedes hacerlo porque gozas del talento y del conocimiento necesario. Mientras camines sospecha de todo y de todos, incluso de ti mismo pero jamás dudes de lo que produces.

Increíblemente, a estas alturas cuando crees saber de qué trata este arte, escribir se hace más difícil que cuando creías hacerlo sin el conocimiento necesario. Al parecer, cuando éste al fin llega no te queda más que reverenciar y temer a la escritura como si se tratara de un dios, para finalmente comprobar que quién tiene arte no necesita ni Dios ni religión, sólo basta con respetarlo y creer.

Si pensaban que esto se trataba de algunas palabras de aliento para quienes ven en esto un oficio, creo que se han equivocado de lectura; todo lo contrario, hasta ahora mi intención no ha sido otra que apelar a la desesperanza para quienes escribir no es otra cosa sino palabras y frases bellamente estructuradas. Honestamente, considero que no existen mejores palabras que las que un día escribiera Gustave Flaubert en sus correspondencias:

“trabaja, trabaja, escribe todo lo que puedas, tanto como tu musa te arrastre. Es el mejor corredor, la mejor carroza para avanzar en la vida. El cansancio de la existencia no nos pesa sobre los hombros cuando componemos. Es cierto que los momentos de fatiga y de descanso que vienen después son terribles; pero ¡mala suerte! Más vale dos vasos de vinagre y uno de vino que un vaso de vino aguado (…) ¡qué importan nuestras molestias, nuestros desánimos, nuestra lentitud de ejecución y el consiguiente malestar por la obra si siempre avanzamos! ¡Si subimos, qué más da el fin! ¡Si galopamos, qué más da el albergue! ¿No es este perpetuo sinsabor una garantía de delicadeza, una prueba de Fe? (…) Hay que escribir siempre si se desea. Trabajemos, pues, si nos lo dice el corazón, si sentimos que la vocación nos arrastra; en cuanto al éxito material, grande o pequeño, que podamos obtener, es imposible establecer ninguna predicción. Los más astutos (aquellos que presumen de conocer al público) se equivocan todos los días”.

12 febrero 2009

Celebrando al Enormísimo Cronopio

cortzar

Emprender la aventura de leer a Cortázar es experimentar un crepitar de carriolas sensitivas. Es ceder casi de forma macabra tus dominios de lector acomodado para transformarte en un invidente que danza descalzo al borde de un risco mientras un viento húmedo lava tu rostro. Y vuelas y corres. Con Cortázar sientes que vives, que subes y bajas mientras él te lleva de la mano afirmando que aún falta una vuelta más, un torbellino más. Retomas la ingenuidad perdida entre las páginas de la gente grande, entre autores duros, entre la gente seria forjadora de nexos lingüísticos que te obligó a crecer; pero él vuela a salvarte, sabe cómo traerte ante la inocencia pérdida, refresca tu memoria al mismo instante que descubre la sábana donde te esconderás para seguir leyendo y poder escuchar el susurro que dice que eres tú por quien él ha escrito.

Con Cortázar te vuelves un vagabundo para quien las palabras no son más que juguetes y malsana diversión. Se te vuelan los tapones. Puedes decir con orgullo que eres adicto a él, a sus historias, a sus libros, que has tomado café con la Maga, hablado de jazz y de saxos y de sexos o de las calles húmedas y grises de París. Para nadie es un secreto que el tiempo se derrite mientras crees que eres un verdadero cronopio pero que lo verde se te ocultan detrás de los cabellos, en medio de los párpados y en el pliegue interno de tu codo. Eso sí, no se lo digan a nadie éste es un secreto de Cortázar, míocortazar y si te atreves a jugar y ser confidente también puede ser tuyo.

Por mi parte, sólo me queda el compromiso de que hoy asaltaré una plaza para predicar su palabra. Con megáfono en mano leeré el único verbo divino, el único capítulo justo que salvará a todos los pecadores desde el Río de la Plata hasta el Delta del Orinoco (ni más ni menos porque esto es un casi un Arca de Noé):Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar”. Hoy seré misionero, malabarista y torero. Abordaré a las madres, a los hijos y a los locos. Haré algodoncitos impregnados de mate para despejar las frentes y eliminar el catarro. Donaré gatos a los ancianos para que al final todos al unísono cantemos una canción de cuna para empujar la última rayuela que se dibujó en mi mano.

Hoy hace 25 mundos que no estás y hasta hoy es que te encuentro.

11 febrero 2009

Nudo

“Todo amor es trágico.

El amor compartido muere de saciedad,

el amor no compartido de inanición.

Pero la muerte por inanición es más lenta y más penosa”.

Lou Andreas Salomé

Gira, retuércete,

busca mi cuerpo en el tuyo.

Muérdeme la lengua delatora,

quejidos y alaridos de bestia.

Deja que el volcán

entre en erupción

y desparrámate exhausta

sobre mi cadáver.

Enloquece conmigo, amor.

Suelta amarras

Deja volar fantasías

de adolescentes

pervertidas, febriles,

inocentes de toda religiosidad.

08 febrero 2009

Los Ojos de Narciso


23q

Para que una asunción sea posible hace falta un Dios.
Tú posees precisamente la belleza justa, la ceguera
y las exigencias convenientes para ocupar el lugar
de un Todopoderoso. He hecho de ti,
a falta de algo mejor,
la piedra angular de mi universo.
Marguerite Yourcenar


Preocupada, la ninfa Liríope acudió ante el viejo Tiresias para saber qué le depararía el destino a su hijo. La predicción del adivino fue muy sencilla: el joven podía alcanzar una larga y exitosa vida, siempre y cuando, no se conociera así mismo; sí esto ocurría, el hermoso Narciso moriría tempranamente.

Como la mayoría de las predicciones, poca atención prestó el joven al vidente; y así, como sucediera con Aquiles o Edipo, no pudo escapar a su destino. A las orillas de un lago conoció su reflejo y, en medio del más elevado y fuerte de los egoísmos, se enamoró del ser más hermoso sobre la tierra: Él Mismo. Fue ahí donde decidió que su cuerpo no estaría destinado a ninfa o diosa alguna, ni existiría otro objeto que anhelara más que su boca. Pero como todo amor inmenso y perfecto, paradójicamente, era un amor imposible porque realmente era un amor no correspondido. Entonces, cual si se tratara del último sacrificio de amor, el joven Narciso sucumbió ante la muerte y la incapacidad de no poder poseerse. Su lugar sería ocupado por una flor, evidencia silenciosa de aquella pasión.

El mito de Narciso nos sirve para ejemplificar lo que puede ocurrir, algunas veces, con el fenómeno que llamamos amor. Acá el sujeto de nuestros pasiones es determinado por una serie de gustos, que tienden a ser referentes nacidos en el imaginario del individuo, y lo que cada quien desde su pequeño universo considera cualidades ideales. Estas cualidades suelen estar constituidas a partir de un conocimiento previo, socialmente aceptado, institucionalizado y biológico. Al hablar de “parejas ideales” hablamos de lo que, en apariencia, funciona para cada uno de nosotros, es decir, ciertas características a las que respondemos positivamente y que asumimos como el amor ideal. Es así como para algunas mujeres el hombre perfecto será aquel que pueda protegerlas (cual si del padre extraviado se tratara) y con ciertas características físicas que refuercen esta idea: Alto, buenmozo, espalda ancha, exitoso y comprensivo, etc. Por su parte, algunos hombres consideran que la mujer ideal será aquella que responda a los requisitos (madre añorada) de cariñosa, considerada, atenta, y bella. También los hay quienes consideran que el amor se encuentra en su polo contrario (nefasta leyenda nacida de la tergiversación popular del mito platónico) donde las mitades opuestas se “atraen”. Por supuesto, con los seres humanos no podemos hablar de constantes inquebrantables, por lo cual estas características no son definitivas y pueden variar según sea el tiempo y las sociedades a las que se pertenezcan.

En conclusión, al amar corres el riesgo de no amar a una persona en particular sino su capacidad para proyectar tu propio reflejo (positivo o negativo), cual si de un último suspiro de Narciso frente al lago se tratara.

Lo curioso de este planteamiento es que dentro de la practica amorosa idílica y heredera del amor cortés y del eterno sacrificio, esta experiencia suele vivirse entre los límites de Eros y Tánatos, donde, objetivamente, nuestro fin nunca será pensar en el otro (aunque no se reconozca y se piense que lo vivido es "amor del bueno") sino en nosotros mismos y lo bello que somos cuando amamos. Sin el otro no somos capaces de existir porque sólo en él, gracias a su papel de espejo, podemos identificarnos y reconocernos. Y es en este punto, cuando los amantes suponen alcanzar el ideal de pareja: ser dos que se transforman en uno. En realidad lo que nacen de este acto caníbal son monstruos bicéfalos con hambres insaciables, donde pocas veces puedes encontrar huellas de los seres originarios.

Ante este panorama propongo como estrategia huir, ya que estos son dos senderos que conducen al mismo lugar: la desaparición física o simbólica del individuo. Como ocurre con Narciso, este debe morir ante la imposibilidad de alcanzar una unión total (aquí vale la pena recordar a Bataille cuando dice "el amor discontinuo pide muerte"); mas, en la unión de pareja, este ideal sólo podría ser alcanzado por la anulación o desaparición del otro y por lo tanto del reflejo que amamos. Toda una paradoja.
Aspasia
...
Tras la muerte de Narciso, la ninfa, Eco, quien siempre estuvo enamorada de él, desapareció dejando atrás las palabras que alguna ves pertenecieron a ambos:

Entre calles gastadas,
rostros cansados,
camino esta loca ciudad
a la espera de tu compañía.
Aquí estoy,
meciéndome,
leyendo y pensando
en esta extraña adicción
que lleva tu nombre.
Lee tranquilo
mientras velas mis sueños.